Casa de verano.

-Más que nunca-replicó Nana, sonriente, y luego con un hábil movimiento lo empujó para hacerlo caer de espaldas sobre la cama y quedar encima de él.

-Jejeje... eres bastante divertido-sonrió Nana, mientras comenzaba a besarlo en el cuello y le quitaba la camisa.

Pero Nana ya no parecia escucharlo: estaba aparentemente determinada a desvestirlo costara lo que costara.

En un par de segundos, Nana ya le había arrancado toda la ropa y se había desvestido también, frotando con deseo su cuerpo suave contra el de Hitokiri.

Nana abrió las piernas, siempre abrazándose a él, mientras correspondía a sus besos y sus caricias.

Nana gimió levemente, excitada, y cerró los ojos, satisfecha por aquel placer que se le presentaba por segunda vez en el día.

Nana jadeaba suavemente, apretando los dientes para no gemir. Le encantaba sentir las manos de Hitokiri sobre su cuerpo y sus movimientos dentro de ella.

Nana abrió sus grandes ojos color miel, algo empañados por la familiar mezcla de placer y esfuerzo.
-Nana...-replicó, entrecortadamente-. SOy Nana LeBlanc...

En ese instante llegó aquel orgasmo tan esperado; Nana soltó un largo quejido de profundo placer, y se quedó inmóvil unos segundos para prolongar la sensación.

Nana, exhausta, se dejó caer a su lado sobre las sábanas revueltas y cerró los ojos, luchando por llevar aire a sus pulmones.

Nana abrio los ojos subitamente.

-¿Que eres qué?-soltó, poniéndose roja hasta las orejas como nunca lo habia hecho. <<¿Me emborrache con el rey?>>, pensó, recordando lo estupida que debia de haberse visto totalmente ebria.

Nana, a pesar de sus palabras, no pudo disimular lo incomoda q estaba. No era la primera vez que le pasaba algo estupido por emborracharse todo el tiempo, pero aun asi...
<<Bueno, en todo caso él tiene razón>>, pensó, intentando animarse a sí misma. <<Para ser un rey es verdaderamente sociable y si no me lo hubiera dicho yo no lo habría adivinado...>>. Sonrió, un poco más tranquila, y correspondió su beso con otro.